Por Juan Carlos Andrada
Las convicciones de los políticos son “como el agua”: pueden reflejar todos los colores, adquirir diversas formas, desdibujarse e incluso borrarse rápidamente.
En la noche del 28 de junio se abrieron falsas esperanzas con respecto al recambio legislativo previsto para el próximo 10 de diciembre. El Congreso se modificaría y la proporción de opositores aumentaría notablemente dejando al kirchnerismo en clara minoría. Se advertía entonces el fin de la época “K”.
Pero, hasta el momento, nada de ello se vislumbra. La oposición decidió quedarse en sus límites estrechos y ahora además “apadrina los errores” del kirchnerismo renunciando a sostener sus ideas sin pena de perderlo todo. Las expectativas de la gente se van frustrando.
Se notó claramente en la elección de los superpoderes, de la Ley de Medios y ahora del presupuesto.
Aún con la excusa de tener “restringida” la libertad cada voto “proK” de los legisladores de la oposición conduce naturalmente a aumentar el poder y la influencia de los funcionarios del oficialismo nacional.
Como siempre sucede, tras los hechos visibles se ocultan las causas.
La oposición ingresó en una discusión inútil y se debilitó al ceder, desencantaron a la sociedad. Ciertamente no se los entiende: fueron capaces de arrojarse a través de las llamas y ahora retroceden ante una sombra.
O demasiado bajo o demasiado alto, pero jamás en el grado necesario y en la medida conveniente, los legisladores parecen cambiar si se les modifican los “estímulos”.
Ayer aclamados, hoy desdeñados, paralizaron la construcción de las columnas de la nueva edificación política. Bajo el influjo de ciertos acontecimientos, cuestionables e incoherentes, se interrumpió el poderoso mecanismo de “contagio” que conformaba una verdadera “corriente de opinión”.
Ideas y opiniones que fueron adquiriendo popularidad se deformaron y se quedaron “a mitad de camino”.
Sin prestigio, después de la gloria experimentada en las elecciones nacionales del 28 de junio, la oposición se convirtió en un “ropaje circunstancial” del precepto dictado por la mayoría.
El nombre del partido político no importa para el fondo de la cuestión. Llámese PRO, Socialismo, UCR, Coalición Cívica o Proyecto Sur podrán efectivamente aumentar desde el 10 de diciembre el número de sus representantes en el Congreso, pero difícilmente cambiarán los resultados de las votaciones si no conforman una fuerza que pueda modificar las reglas de juego que de hecho los mantiene rehenes del kirchnerismo y que amenaza con “atarlos” hasta el fin del mandato de Cristina Fernández de Kirchner.
Si las cosas siguen así, el 10 de diciembre “en el fondo” no cambia nada.
Democracia adolescente
Los legisladores representantes de la provincia en el Congreso nacional se están quedando sin la posibilidad de ser las manos que contenían aquel cambio sugerido por el hartazgo. El espectáculo dado en Senadores y Diputados de la Nación es semejante a una obra de teatro, que puede ser aprobada por numerosos y destacados directores, pero que es ampliamente condenada por el público.
Sin embargo, Néstor Kirchner está convencido de que sólo se trata de un rechazo “transitorio” y se apoya en la idea de que la oposición no pudo (en realidad no supo) capitalizar las inquietudes sociales después del 28 de junio. El ex presidente del PJ nacional busca “crear condiciones” que le permitan cosechar cualquier éxito. Néstor sabe que “sin prestigio no reina nadie”, éste es el gran déficit que intenta suplir con poder de coacción, pero sin autoridad.
Kirchner es un “animal político”. El 28 de junio estaba muerto, pero ahora es un fantasma que deambula por todos los ámbitos, convencido que si efectivamente el 10 de diciembre nada cambia, en el 2011 resucita. Y se está preparando para ello.
Nos preparemos para asistir a una “restricción progresiva de la libertad” en el Congreso.
Al parecer, seremos “víctimas de la ilusión” de que la liberad y la igualdad se aseguran multiplicando las leyes que “forzosamente” los legisladores deben votar por cuestiones de conveniencias más bien provinciales en el marco de un “soborno político” nada más y nada menos que del Gobierno nacional.
Pero como las olas del mar que indican revoluciones internas, la sociedad será otra vez determinante para aquellas embarcaciones que desconocen las leyes elementales de la navegación o lo hacen sin dirección alguna. La presente etapa de transición tiene un kirchnerismo “destruido a medias”, pero además una oposición que también se quedó “a mitad de camino”. Súmese una gran cantidad de “transformaciones prometidas e inconclusas” y se tendrá el panorama político del momento.
Si comenzaron a resentirse todas las construcciones es porque seguramente no tienen buena base. El razonamiento político en la Argentina parece tan adolescente como la democracia. Tal vez la misma inmadurez condiciona ambos desarrollos.
Por lo visto, el paso de la barbarie política a la civilización aún no ha sido dado, aunque nos encanta compararnos con el primer mundo.
Las convicciones de los políticos son “como el agua”: pueden reflejar todos los colores, adquirir diversas formas, desdibujarse e incluso borrarse rápidamente.
En la noche del 28 de junio se abrieron falsas esperanzas con respecto al recambio legislativo previsto para el próximo 10 de diciembre. El Congreso se modificaría y la proporción de opositores aumentaría notablemente dejando al kirchnerismo en clara minoría. Se advertía entonces el fin de la época “K”.
Pero, hasta el momento, nada de ello se vislumbra. La oposición decidió quedarse en sus límites estrechos y ahora además “apadrina los errores” del kirchnerismo renunciando a sostener sus ideas sin pena de perderlo todo. Las expectativas de la gente se van frustrando.
Se notó claramente en la elección de los superpoderes, de la Ley de Medios y ahora del presupuesto.
Aún con la excusa de tener “restringida” la libertad cada voto “proK” de los legisladores de la oposición conduce naturalmente a aumentar el poder y la influencia de los funcionarios del oficialismo nacional.
Como siempre sucede, tras los hechos visibles se ocultan las causas.
La oposición ingresó en una discusión inútil y se debilitó al ceder, desencantaron a la sociedad. Ciertamente no se los entiende: fueron capaces de arrojarse a través de las llamas y ahora retroceden ante una sombra.
O demasiado bajo o demasiado alto, pero jamás en el grado necesario y en la medida conveniente, los legisladores parecen cambiar si se les modifican los “estímulos”.
Ayer aclamados, hoy desdeñados, paralizaron la construcción de las columnas de la nueva edificación política. Bajo el influjo de ciertos acontecimientos, cuestionables e incoherentes, se interrumpió el poderoso mecanismo de “contagio” que conformaba una verdadera “corriente de opinión”.
Ideas y opiniones que fueron adquiriendo popularidad se deformaron y se quedaron “a mitad de camino”.
Sin prestigio, después de la gloria experimentada en las elecciones nacionales del 28 de junio, la oposición se convirtió en un “ropaje circunstancial” del precepto dictado por la mayoría.
El nombre del partido político no importa para el fondo de la cuestión. Llámese PRO, Socialismo, UCR, Coalición Cívica o Proyecto Sur podrán efectivamente aumentar desde el 10 de diciembre el número de sus representantes en el Congreso, pero difícilmente cambiarán los resultados de las votaciones si no conforman una fuerza que pueda modificar las reglas de juego que de hecho los mantiene rehenes del kirchnerismo y que amenaza con “atarlos” hasta el fin del mandato de Cristina Fernández de Kirchner.
Si las cosas siguen así, el 10 de diciembre “en el fondo” no cambia nada.
Democracia adolescente
Los legisladores representantes de la provincia en el Congreso nacional se están quedando sin la posibilidad de ser las manos que contenían aquel cambio sugerido por el hartazgo. El espectáculo dado en Senadores y Diputados de la Nación es semejante a una obra de teatro, que puede ser aprobada por numerosos y destacados directores, pero que es ampliamente condenada por el público.
Sin embargo, Néstor Kirchner está convencido de que sólo se trata de un rechazo “transitorio” y se apoya en la idea de que la oposición no pudo (en realidad no supo) capitalizar las inquietudes sociales después del 28 de junio. El ex presidente del PJ nacional busca “crear condiciones” que le permitan cosechar cualquier éxito. Néstor sabe que “sin prestigio no reina nadie”, éste es el gran déficit que intenta suplir con poder de coacción, pero sin autoridad.
Kirchner es un “animal político”. El 28 de junio estaba muerto, pero ahora es un fantasma que deambula por todos los ámbitos, convencido que si efectivamente el 10 de diciembre nada cambia, en el 2011 resucita. Y se está preparando para ello.
Nos preparemos para asistir a una “restricción progresiva de la libertad” en el Congreso.
Al parecer, seremos “víctimas de la ilusión” de que la liberad y la igualdad se aseguran multiplicando las leyes que “forzosamente” los legisladores deben votar por cuestiones de conveniencias más bien provinciales en el marco de un “soborno político” nada más y nada menos que del Gobierno nacional.
Pero como las olas del mar que indican revoluciones internas, la sociedad será otra vez determinante para aquellas embarcaciones que desconocen las leyes elementales de la navegación o lo hacen sin dirección alguna. La presente etapa de transición tiene un kirchnerismo “destruido a medias”, pero además una oposición que también se quedó “a mitad de camino”. Súmese una gran cantidad de “transformaciones prometidas e inconclusas” y se tendrá el panorama político del momento.
Si comenzaron a resentirse todas las construcciones es porque seguramente no tienen buena base. El razonamiento político en la Argentina parece tan adolescente como la democracia. Tal vez la misma inmadurez condiciona ambos desarrollos.
Por lo visto, el paso de la barbarie política a la civilización aún no ha sido dado, aunque nos encanta compararnos con el primer mundo.