Opinion: No a la violencia, sí al referéndum minero

Por Juan Carlos Andrada
Las manifestaciones que se reprodujeron en Andalgalá en contra de la minería deberán necesariamente, tarde o temprano, guardar “coherencia” con el cuerpo de leyes vigentes, pero sobre todo con el conjunto de los andalgalenses. Esto, para no quedarnos sólo con la perspectiva extrema de estas posiciones que han cobrado mucha fuerza en las últimas semanas.
El movimiento antiminero necesita conocer sus alcances y sus límites reales; y la comunidad precisa imperiosamente poder expresarse, decir qué piensa sobre la cuestión minera. Y en este caso, sus posibilidades se verían claramente canalizadas a través de un referéndum, donde puedan decir “sí” o “no” a la minería.
Con tiempo suficiente para informar e informarse los andalgalenses podrán expresarse, y la indeterminación e incertidumbre que eclipsó la paz social de esta ciudad en las últimas semanas se diluirán por los resultados que imponga con su voto la gran mayoría.

Cuestión de fondo
Es evidente que los funcionarios no han podido, o en realidad no han sabido informar como corresponde al gobernador Brizuela del Moral sobre la verdadera situación y convulsión social que se vive en "La Perla del Oeste". A esta altura ninguna conversación será posible, así como ninguna solución será “satisfactoria”. No han sido buenas las acciones políticas que se intentaron “a distancia” y ahora, en estas condiciones, serían maniobras prácticamente extemporáneas. Así las cosas, con una comunidad convulsionada por fenómenos emotivos e ideológicos de todo tipo, cualquier acción improvisada no hace más que estimular la violencia. No es tampoco materia de reflejos político-partidario. Esto es una cuestión mucho más profunda que tiene que ver con el futuro de todos los catamarqueños.
El dualismo existente en Andalgalá no es necesariamente contradictorio, como no lo son los pares realidad-idealidad, esencia-existencia o estructura-función. Y deberíamos incluir: ¿minería y medio ambiente? Los prejuicios no deben ser un obstáculo para la comprensión global. No podemos ser ajenos al contexto social que implica “otras realidades” y no solamente “la mía”.
No son argumentos de fuerza sino de pruebas los que hacen falta para convencer, a sabiendas por supuesto, de que “probar y convencer no es lo mismo”. Los límites entre “lo observable” y lo “no observable” dependen en muchos casos de su contexto. Lo que no se ve hoy no sirve como elemento de prueba, y a la inversa, si se puede confirmar, vale. Será muy difícil imponerse con resultados improbables.
Los ambientalistas además necesitan al referéndum para saber qué consistencia tiene su planteo en la comunidad andalgalense sin confiarse en los últimos acontecimientos. No es lo mismo decirle no a la minería por cuestiones ambientales que por falta de beneficios económicos, y de tal suerte esto es así, que en otras circunstancias el no de hoy en realidad es un sí al momento de la votación.
El referéndum será una nueva invitación para salir de la antigua y perimida metodología acción-reacción, fuerza-resistencia, y que tanta vergüenza causó en este choque innecesario entre vecinos y trabajadores.

Ejemplos sobran
Las comparaciones no son buenas, pero hay ejemplos mundiales, posturas a favor y en contra de la minería que se reeditaron en otras comunidades que ya pasaron por lo mismo y que pueden contribuir en la búsqueda de consensos. Debería servirnos para que en lugar de amenazar con el que “va a correr sangre si no se para la minería en Catamarca”, sería más conveniente “dejar que esa sangre circule” para que el cuerpo social decida en un referéndum si quiere o no a la minería como uno de los ejes de su desarrollo, con sus pro y sus contra.
No cabe dudas de que los ambientalistas manejen conceptos a priori y por eso, para justificarse, necesitan la versión más extrema y espectacular que se pueda conseguir. De aquí que la versión cinematográfica sea la más ventajosa para presentar esta problemática política. Por lo pronto, no hay dudas de que todos estamos de acuerdo en lo mismo:
No a la violencia, no a la contaminación, no a las mentiras.
Sí a la vida, sí al agua, sí al desarrollo.
¿O no?
Seamos “prodiálogo” o al menos “antireduccionistas”, aunque sea por un momento; sobre todo teniendo en cuenta que no hay una sola realidad, sino varias realidades.