Por Juan Carlos Andrada
“Unos tiran piedras, otros las recogen”, depende de las intenciones.
Se puede apedrear o maltratar a alguien. O se puede construir, fundar, edificar e instituir, como cuando se coloca una piedra basal.
De lo que no cabe dudas es que andar a las pedradas no cambia la historia. Las piedras no pueden sustituir la comunicación. Aunque sería como volver a la Edad de Piedra, lo cierto es que no se puede decir dos palabras y tirar tres pedradas, primero porque no lleva a ningún lado y segundo y fundamentalmente porque no construyen nada.
Los problemas socio-económicos son tangibles, se pueden concebir y valorar y piden, por eso, soluciones que incluyen una planificación, con programas y metas muy concretas para dar finalmente repuestas adecuadas. Y esto es imposible hacerlo a las pedradas limpias.
Un episodio que incluye palos y piedras no es más que una negación sistemática a reconocer que existen criterios que pueden ser compartidos, y contener al mismo tiempo el compromiso formal y público de las partes.
Hechos que van desde la “apedreada” que sufrieron el fin de semana en Tinogasta los empresarios extranjeros, que venían a realizar exploraciones en Antofagasta de la Sierra (que decidieron finalmente abandonar el estudio y la inversión en la Provincia), hasta el lanzamiento de piedras desde cualquier ángulo a la cabeza de los que ocasionalmente pasaban por la vereda de la empresa Agua Rica, en Andagalá, son claros ejemplos de lo que la sociedad en su conjunto, incluidos los ambientalistas “pacíficos”, no quieren. Una de las piedras, arrojadas con una gomera, casi impacta en la cabeza de un empleado y otra en la pierna de un policía de la provincia. Los ambientalistas agresores estarían identificados.
De todas formas, tampoco este tipo de bribonadas puede disfrazarse de heroísmo. Es ni más ni menos que la incapacidad de constituirse sin excluir ni dañar el tejido social. Sin ningún tipo de perspectiva convincente, no cabe dudas de que el binomio piedra – fanatismo no es una casualidad.
¿Qué está pasando en Catamarca que un grupo de intolerantes pretenden liderar la opinión publica y decidir los destinos de la provincia predisponiendo a la sociedad a golpe de puños, piedras y palos? ¿Qué sigue?, ¿La hoguera?
Pero, según trascurren los hechos, la sociedad no está dispuesta a seguirlos fuera del encuadre legal, tal vez porque comparte el viejo pero criterioso principio: “Todo dentro de la ley, nada fuera de la ley”. Por más que se trate de libertades, derechos y garantías, hay una forma administrativa, lógica y constitucional de hacerlos valer cuando éstos se ven amenazados o vulnerados.
No se puede estar por fuera del sistema político judicial, y hacer lo que se nos venga en ganas. Como decía Aristóteles: “Quien se crea por fuera de lo establecido, o es un dios o es una bestia”.
Nada justifica la intención de apedrear o moler a palos a quienes no piensan como nosotros. Además, esta metodología está siendo leída por la comunidad como palos y piedras puestas en el camino de un diálogo que avanza, lentamente, pero en la dirección correcta. En pocas palabras: a mayor violencia menor compañía social. Aunque les sirve para correr a los inversores mineros, la gente común le rehuye a los violentos.
No olvidemos que con el espíritu de mejorar la comunicación de los temas mineros, y entendiendo que la población necesita conocer si los controles que se realizan son periódicos, verídicos y confiables, el gobernador Eduardo Brizuela del Moral anunció la creación de un Programa de Monitoreo Participativo Comunitario, que implica, entre otras cuestiones, la participación de la comunidad en los controles ambientales.
Estudios científicos
A la par, la conformación del Consejo Asesor Minero, la constitución de un fideicomiso, la jerarquización de la Unidad de Gestión Ambiental (UGAP), la creación de las delegaciones de la secretaría de Minería en los departamentos mineros y el convenio firmado con la prestigiosa Fundación Centro de Estudios Infectológicos, Funcei, cuyo objetivo es comprobar científicamente la relación entre enfermedades, problemas ambientales y la actividad minera en la provincia, y cuyos primeros resultados serán dados a conocer por el ministro de Salud, Mario Marcolli, los primeros días de la semana que viene “generando una información de base para el cierre de actividades de Minera Alumbrera, y la apertura de futuros proyectos mineros en la región como el proyecto Agua Rica”.
En vez de buscar piedras para lanzar las más grandes, habría que aportar aunque sea con un granito de arena, como se está intentando hacer desde los distintos sectores comprometidos con el medio ambiente y la minería, y que no creen en la ley de la selva ni en la violencia como forma de dirimir conflictos sociales en pleno siglo XXI.
Siempre ha sido más fácil destruir que construir. Sin embargo, no se puede vivir fuera de la ley (y de la realidad). Lo escrito corre y vale. Nadie está por encima de las leyes y todo (y todos) se ajustarán a derecho, tarde o temprano.
Se puede apedrear o maltratar a alguien. O se puede construir, fundar, edificar e instituir, como cuando se coloca una piedra basal.
De lo que no cabe dudas es que andar a las pedradas no cambia la historia. Las piedras no pueden sustituir la comunicación. Aunque sería como volver a la Edad de Piedra, lo cierto es que no se puede decir dos palabras y tirar tres pedradas, primero porque no lleva a ningún lado y segundo y fundamentalmente porque no construyen nada.
Los problemas socio-económicos son tangibles, se pueden concebir y valorar y piden, por eso, soluciones que incluyen una planificación, con programas y metas muy concretas para dar finalmente repuestas adecuadas. Y esto es imposible hacerlo a las pedradas limpias.
Un episodio que incluye palos y piedras no es más que una negación sistemática a reconocer que existen criterios que pueden ser compartidos, y contener al mismo tiempo el compromiso formal y público de las partes.
Hechos que van desde la “apedreada” que sufrieron el fin de semana en Tinogasta los empresarios extranjeros, que venían a realizar exploraciones en Antofagasta de la Sierra (que decidieron finalmente abandonar el estudio y la inversión en la Provincia), hasta el lanzamiento de piedras desde cualquier ángulo a la cabeza de los que ocasionalmente pasaban por la vereda de la empresa Agua Rica, en Andagalá, son claros ejemplos de lo que la sociedad en su conjunto, incluidos los ambientalistas “pacíficos”, no quieren. Una de las piedras, arrojadas con una gomera, casi impacta en la cabeza de un empleado y otra en la pierna de un policía de la provincia. Los ambientalistas agresores estarían identificados.
De todas formas, tampoco este tipo de bribonadas puede disfrazarse de heroísmo. Es ni más ni menos que la incapacidad de constituirse sin excluir ni dañar el tejido social. Sin ningún tipo de perspectiva convincente, no cabe dudas de que el binomio piedra – fanatismo no es una casualidad.
¿Qué está pasando en Catamarca que un grupo de intolerantes pretenden liderar la opinión publica y decidir los destinos de la provincia predisponiendo a la sociedad a golpe de puños, piedras y palos? ¿Qué sigue?, ¿La hoguera?
Pero, según trascurren los hechos, la sociedad no está dispuesta a seguirlos fuera del encuadre legal, tal vez porque comparte el viejo pero criterioso principio: “Todo dentro de la ley, nada fuera de la ley”. Por más que se trate de libertades, derechos y garantías, hay una forma administrativa, lógica y constitucional de hacerlos valer cuando éstos se ven amenazados o vulnerados.
No se puede estar por fuera del sistema político judicial, y hacer lo que se nos venga en ganas. Como decía Aristóteles: “Quien se crea por fuera de lo establecido, o es un dios o es una bestia”.
Nada justifica la intención de apedrear o moler a palos a quienes no piensan como nosotros. Además, esta metodología está siendo leída por la comunidad como palos y piedras puestas en el camino de un diálogo que avanza, lentamente, pero en la dirección correcta. En pocas palabras: a mayor violencia menor compañía social. Aunque les sirve para correr a los inversores mineros, la gente común le rehuye a los violentos.
No olvidemos que con el espíritu de mejorar la comunicación de los temas mineros, y entendiendo que la población necesita conocer si los controles que se realizan son periódicos, verídicos y confiables, el gobernador Eduardo Brizuela del Moral anunció la creación de un Programa de Monitoreo Participativo Comunitario, que implica, entre otras cuestiones, la participación de la comunidad en los controles ambientales.
Estudios científicos
A la par, la conformación del Consejo Asesor Minero, la constitución de un fideicomiso, la jerarquización de la Unidad de Gestión Ambiental (UGAP), la creación de las delegaciones de la secretaría de Minería en los departamentos mineros y el convenio firmado con la prestigiosa Fundación Centro de Estudios Infectológicos, Funcei, cuyo objetivo es comprobar científicamente la relación entre enfermedades, problemas ambientales y la actividad minera en la provincia, y cuyos primeros resultados serán dados a conocer por el ministro de Salud, Mario Marcolli, los primeros días de la semana que viene “generando una información de base para el cierre de actividades de Minera Alumbrera, y la apertura de futuros proyectos mineros en la región como el proyecto Agua Rica”.
En vez de buscar piedras para lanzar las más grandes, habría que aportar aunque sea con un granito de arena, como se está intentando hacer desde los distintos sectores comprometidos con el medio ambiente y la minería, y que no creen en la ley de la selva ni en la violencia como forma de dirimir conflictos sociales en pleno siglo XXI.
Siempre ha sido más fácil destruir que construir. Sin embargo, no se puede vivir fuera de la ley (y de la realidad). Lo escrito corre y vale. Nadie está por encima de las leyes y todo (y todos) se ajustarán a derecho, tarde o temprano.